Huge love

A song by Marcos Vidal says: “Oh what love, immense love, inexhaustible, that has no end”… This is the love of our beloved Lord Jesus Christ, who gave it all for us, who did not counted His life as something of value, but He offered His precious blood and by His death today we live. I think the reason to be happy every morning is that Jesus loves us as no one loves us, and that must be the source of our motivation, yes it should be.

The author of the Hebrews said:

fixing our eyes on Jesus, the pioneer and perfecter of faith. For the joy set before him he endured the cross, scorning its shame, and sat down at the right hand of the throne of God.
Hebrews 12:2

Jesus is the author and finisher of our faith, in Him all our hopes are born, and in Him we rejoice greatly because He has loved us with an inexhaustible love, He suffered death on a cross for us, can you imagine? Being nailed to a cross for love of sinners, bad people, people who love sin, however, every drop of blood that fell from that tree cried out for mercy and said: “Father, forgive them because they do not know what they are doing”.

By the death of our beloved Lord today we can all sing together: “Oh what love, immense love, inexhaustible, that has no end, that even suffering and exhausted, despised and dying rescuested, multitudes and me.” Christ has rescued us from sin and hell dear brother and that is enough to cause great joy in us.

The apostle Peter said:

18 For you know that it was not with perishable things such as silver or gold that you were redeemed from the empty way of life handed down to you from your ancestors,
19 but with the precious blood of Christ, a lamb without blemish or defect.
1 Peter 1:18-19

Glory to God! The immense love of Christ has saved us …

Cuando meditamos profundamente en este amor, entendemos que no existe en la tierra un sentimiento que pueda compararse con el que Cristo ha derramado sobre nosotros. Las personas pueden fallarnos, pueden cambiar con el tiempo, pueden amar un día y olvidar al siguiente, pero el amor de Jesús permanece fiel, firme y eterno. Este es el amor que sostiene nuestras vidas cuando todo se derrumba, el amor que nos toma de la mano cuando no sabemos hacia dónde caminar.

Muchos cristianos, a lo largo de la historia, han testificado que lo único que les permitió seguir adelante en tiempos de angustia fue recordar la cruz. Allí, en ese madero, encontramos la prueba más grande de que somos valiosos para Dios. No importan nuestros errores pasados, ni los tropiezos presentes; Su amor siempre nos invita a levantarnos, a confiar y caminar nuevamente bajo Su gracia.

Cuando la Biblia nos llama a “fijar los ojos en Jesús”, nos está recordando que la vida cristiana no se sostiene en nuestras fuerzas, sino en la obra perfecta del Salvador. Él no solo inició nuestra fe, sino que la perfecciona día tras día. Cada prueba, cada proceso, cada lágrima, tiene un propósito en manos de Aquel que dio Su vida por nosotros. Y si nos amó cuando éramos pecadores, ¿cuánto más nos amará ahora que somos sus hijos?

El sacrificio de Cristo también nos impulsa a vivir con gratitud. No fuimos comprados con bienes terrenales, sino con Su sangre preciosa. Esto nos recuerda que nuestro valor no depende de logros, títulos o posesiones, sino del precio infinito que Él pagó por nosotros. Somos redimidos, transformados y llamados a reflejar Su amor en un mundo que cada día se enfría más.

Por eso, cuando la tristeza golpee el corazón, recuerda la cruz. Cuando falte fuerza para seguir, recuerda Su amor. Cuando el enemigo susurre mentiras, recuerda el sonido de esa frase eterna: “Padre, perdónalos”. Allí está nuestra identidad, nuestra esperanza y nuestra victoria. Cristo nos amó primero, y ese amor es suficiente para sostenernos hasta el final.

Que cada día podamos despertar con la certeza de que el amor de Jesús no se agota, no disminuye y no cambia. Ese amor nos cubre, nos fortalece y nos da vida eterna. ¡Gloria a Dios por el amor inagotable de Cristo!